
Lima, 26 de Octubre del 2007
Tenías razón cuando me decías que había nacido para quedarme solo. No te lo creí nunca Alicia, aunque lo decías en broma. Ahora, que estás tan lejos, todo está igual pero con la odiosa diferencia de que no podré verte al final del día. Menos los domingos por la mañana, cuando el sol segregaba sus primeros rayos y caían por nuestros cuerpos desnudos de trapos. Extraño estar contigo por las madrugadas, mojados como peces extasiados que saltan sobre la superficie del mar del goce.
Tus pequeños hombros han sido erosionados por mis besos después que tu saliva le daba a mi lengua las semillas del placer inicial. Te he apreciado con un respeto sacrílego cuando te desvestía y tu silueta era el territorio para perderme sin miedo, entre lúbricos balanceos. Las bendiciones del vino barato que tomamos alguna vez, me dieron la resaca más vital de tu sexo. Sobre mí has sido mar en su ir y venir, yo fui orilla que tapabas. Tu cintura ha sido mi amuleto en mi soledad. Tus muslos, las almohadas para donde apoyaba mis tristezas y se agitaba el pulso de ese músculo que le llaman corazón.
Me contaste tu pronóstico de ninfomanía –según reportes de profesionales- y tus maneras de cambiar eso. Te creí cuando decías que era muy complicado y a pesar de las cosas que decía la gente seguí contigo. Jamás te hubiese dejado. La vez que te sorprendí engañándome te fuiste. No pudimos hablarlo. No quisiste. Te fuiste y aunque estaba dicho que te irías a Cuba a estudiar cine, teníamos dos semanas para conversar. Pero lo evitaste. Evitaste verme y hablar conmigo por cualquier vía.
Te recuerdo claramente. La primera que vez nos dimos –uno al otro-, fue sobre el escritorio de tu papá. En tu casa. Por un momento la duda llegó en nuestras miradas que se desearon tanto por probar las mieles. Siempre decías entre risas que tenías un sentimiento pornográfico y cardíaco hacia mí.
Jamás te hubiese odiado por tu pronóstico. Quizá si no hubiese sido así no nos hubiéramos conocido, porque dentro de tu deseo también sentiste amor hacia mí.
Saldré solo a algún bar de Lima a tomar un vaso de ron.
Ahora no sirve de nada la poesía.
Sin ti solo soy un pedazo de carne sin sangre. Espero me respondas esta carta.
Ahora esta es la única manera de entregarme a ti.
Cuídate mucho y por favor escríbeme.
Adrián