viernes, 28 de diciembre de 2007

El juego

A algunos amigos.
El juego

Teníamos el juego de ser como un rumbo antiguo
éramos una pelota que rebotaba en la puerta 20
rebotando en tatuajes de las más rudas.


Teníamos el fuerte juego de saltar del techo sin alas
sabiendo que había mar de brea
sabíamos que habían alfileres oxidados
pero no sabíamos nada.


Clavamos las maderas recias
en la orilla polvorienta del olvido
sus manecillas huelen lo esculpido
la panza abierta en un corte
y el aire en los pulmones es el poco soporte.


Sabíamos a que sabía la sal, ají y azúcar
pero nada sabíamos.



miércoles, 26 de diciembre de 2007

Regreso al barrio (y sus nuevos personajes en Navidad)

Pero si no podía ser de otra manera. Tenía que regresar a mi barrio y no lo digo porque me haya mudado, sino porque hace muchos meses que no estaba junto con todos aquellos amigos que conozco por mucho más de 15 años. Tras una reunión familiar en la casa de mi abuela regresé al barrio por la madrugada.


Y ahí estaban ellos, sabiendo que todos los años regreso. Me alejé por cuestiones de horarios de trabajo, ni ellos ni yo coincidimos muchas veces. Conversamos mucho y continuamos conociéndonos con historias que poco conocíamos de nosotros mismos. Increíble. Sin embargo, han sido los nuevos muchachos, la nueva camada de 16 años en promedio la cual fue novedad en la noche.


Cambiaban de vereda o esquina con una caja de cerveza con sus cortas piernas. Uno que otro decidió surtir el alcohol con alguna droga humeante que le dejó los ojos hinchados y una risa totalmente activa. Uno estrenaba en su dentadura algún nuevo metal que se veía brillando, como refiere la canción de Pedro Navaja.


También me encontré con un chato de 15 años que juega muy bien el fútbol y quería tomar cerveza con nosotros. Ante mi negativa me dijo que si lo hacían los de la selección no habría problema en que el también lo haga.


He notado que jóvenes que tienen enfrentamientos armados contra otros grupos y pierden a algún compañero, usualmente le rinden homenaje estampando su fotografía en los polos. Acompañan los retratos con frases que indican que extrañan al difunto. He visto a varios pasando por mi barrio y a su vez dando la noticia.


Ahora los pequeños continúan admirando al más fuerte, inclusive cuando esta fuerza implica violencia. Imitar lo más marginal parece a veces una meta. Lo digo porque encontré a otro adolescente con un polo con su propia fotografía, como si hubiese muerto en alguna batalla de balas.


Todos estos personajes me los crucé muy de madrugada, cuando regresé a mis amigos del barrio y me encontré con todos estos personajes que son relativamente nuevos para mi barrio. Antes los veía, pero eran pequeños. Los años no pasan en vano, simplemente pasan con algo.


jueves, 20 de diciembre de 2007

Dos breves historias navideñas sobre las pistas de la ciudad



Dos breves historias navideñas sobre las pistas de la ciudad

Al pavo lo embriagan con pisco
lo degüellan
con un cuchillo belga…
Antonio Cisneros en
Crónica del Niño Jesús de Chilca


I

Tratando de ilusionarse con la sonrisa de un niño. Con la risa de su hijo. Gorra azul o negro que apretaba su cabeza y cabellos. Bochorno en su rostro y el corazón. Juguete, regalo navideño averiado. El padre del pequeño trató de arreglarlo y lo único que conseguía era gastar la batería del robot. Lo guardó otra vez en la caja con el bochorno navideño mientras aterrizó su mirada pensativa en el cristal del carro.


II

Un chofer risueño y un cobrador algo cuerdo, solo algo, muy extraño. En el asiento delantero se encontraba el hijo del conductor: lentes de sol, short floreado para la playa, una barba antiestética en su rostro de malhumor. Le reclamaba a su papá S/. 10, al trabajador que se tostaba bajo el sol por una monótona ruta. Decía que le faltaba eso para comprarse algo. Recibió S/.5. “Mejor no me des ni mierda”, dijo el joven que enseguida bajó y tiró la puerta.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Correspondencias privadas (segunda parte/ responde Alicia)






La Habana, primero de diciembre del 2007


Ha sido difícil decidirme a responder tu carta porque no has preguntado nada en ella. El recuento de algunos sentimientos hacia mí ha sido el interrogatorio más severo. Adrián, he sido injusta por mi falta de despedida. También te recuerdo mucho. Supiste que te engañé. Yo supe que no debía seguir contigo para contaminar tu corazón cuando tu cuerpo me entregabas con tanta violencia y dulzura. Remojo mis labios con mi lengua ahora que te recuerdo. Muchas veces has tenido el beso certero, la lengua atacando alguna comisura en el momento preciso.


También recuerdo la primera vez. Yo sentí mucha duda porque me extravié tan sola entre tantos cuerpos de hombres que mi destino advertía. Nos bajamos los pantalones y la energía compartida nos convirtió en unos posesos por la sensibilidad de nuestros rincones. Enloquecidos. Lo hicimos muy fuerte la primera vez. Nuestra humedad fue la tinta que escribió sobre el papiro, con todas aquellas palabras mudas que cantaron nuestras extremidades que se enredaban en animal acto. Juntos sobamos el clítoris de la luna que envidiosa nos miraba con las manos atadas. Fue muy fuerte y me gustó mucho, sin embargo odie tu silencio luego del acto. Sin embargo amé nuestro olor que formamos. Juntos olíamos a aquella salada brisa que simple y volviéndose caliente nos envolvía. A veces me toco en vano, ya que nuestro olor no está. Es triste saber que aunque nos toquemos cada uno –en solitario-, estamos buscando algo de consuelo. Aunque estemos con otras personas, ese olor ya no estará. Pero no nos pongamos tristes por favor, sonríe, cómo es eso que me contó Pablo. Dice que te estás suicidando a punta de pajas por mí.


Días después pensé que habías creído en todas aquellas cosas que dicen de mí. Cosas como que soy la perra más pisada del distrito. Cosas que me hacen tanto daño. Con el tiempo me hiciste entender que eras único, que en verdad me amabas como yo te amaba a ti. Lamentablemente cometí un error y por lo menos hubiésemos terminado mejor.


Con tu lengua estalló el placer que entre mis piernas se escondía, cuando tu beso lento como caracol descendía por mi abdomen y hacía rondas en candente ritual de mi rosada carne oculta. Me tocaba los límites de mis senos que desprotegidos se endurecían. Diste cielo en el infierno de mi soledad en todas las camas que arrugamos, en los hostales más extraños de Lima. También recuerdo a esa ciudad tan hostil de día y tan llena de placer por las noches.


Cómo olvidar también aquella vez que nos besamos en Barranco, justo en el puentecito que empieza en el final de la Bajada de los Baños, ese puente que se dirige hacia la playa. Los autos pasaban a gran velocidad muchos metros debajo de nosotros. Me besabas apoyándome en la baranda. Perdimos el control de nuestras células y subiste mi falda y me hiciste tuya, mientras que fuiste mío sin excusas. Recuerdo que cuando terminamos nos quedamos mirando mucho rato al mar.

¿Sabes que tan vivo se ve el mar aquí en Cuba? Muchas veces voy a verlo para recordarte.


La vida está llena de desaciertos pero nos quedamos con lo que vivimos.Quizá sea mejor no escribirnos. Cuídate mucho, te quiero bastante.

Alicia

martes, 4 de diciembre de 2007

Correspondencias privadas (Adrián le escribe a Alicia)



Lima, 26 de Octubre del 2007


Tenías razón cuando me decías que había nacido para quedarme solo. No te lo creí nunca Alicia, aunque lo decías en broma. Ahora, que estás tan lejos, todo está igual pero con la odiosa diferencia de que no podré verte al final del día. Menos los domingos por la mañana, cuando el sol segregaba sus primeros rayos y caían por nuestros cuerpos desnudos de trapos. Extraño estar contigo por las madrugadas, mojados como peces extasiados que saltan sobre la superficie del mar del goce.


Tus pequeños hombros han sido erosionados por mis besos después que tu saliva le daba a mi lengua las semillas del placer inicial. Te he apreciado con un respeto sacrílego cuando te desvestía y tu silueta era el territorio para perderme sin miedo, entre lúbricos balanceos. Las bendiciones del vino barato que tomamos alguna vez, me dieron la resaca más vital de tu sexo. Sobre mí has sido mar en su ir y venir, yo fui orilla que tapabas. Tu cintura ha sido mi amuleto en mi soledad. Tus muslos, las almohadas para donde apoyaba mis tristezas y se agitaba el pulso de ese músculo que le llaman corazón.


Me contaste tu pronóstico de ninfomanía –según reportes de profesionales- y tus maneras de cambiar eso. Te creí cuando decías que era muy complicado y a pesar de las cosas que decía la gente seguí contigo. Jamás te hubiese dejado. La vez que te sorprendí engañándome te fuiste. No pudimos hablarlo. No quisiste. Te fuiste y aunque estaba dicho que te irías a Cuba a estudiar cine, teníamos dos semanas para conversar. Pero lo evitaste. Evitaste verme y hablar conmigo por cualquier vía.


Te recuerdo claramente. La primera que vez nos dimos –uno al otro-, fue sobre el escritorio de tu papá. En tu casa. Por un momento la duda llegó en nuestras miradas que se desearon tanto por probar las mieles. Siempre decías entre risas que tenías un sentimiento pornográfico y cardíaco hacia mí.


Jamás te hubiese odiado por tu pronóstico. Quizá si no hubiese sido así no nos hubiéramos conocido, porque dentro de tu deseo también sentiste amor hacia mí.


Saldré solo a algún bar de Lima a tomar un vaso de ron.


Ahora no sirve de nada la poesía.


Sin ti solo soy un pedazo de carne sin sangre. Espero me respondas esta carta.


Ahora esta es la única manera de entregarme a ti.


Cuídate mucho y por favor escríbeme.

Adrián